Sobre autoestima. Capítulo I
Mucha gente habla de autoestima. Todo el mundo sabe que hay que tenerla, que es bueno, que si no la tienes… mal. Pero, ¿cuánta gente sabe de lo que está hablando? Seguramente, no tanta...
Si buscamos definiciones de autoestima en libros, en internet, en diccionarios; si preguntamos a diferentes profesionales… seguramente obtendremos respuestas distintas cada vez. La definición puede depender del enfoque psicológico desde el que se analiza, enfatizando cada uno diferentes aspectos de la mente humana.
¿Cuál es la definición de autoestima?
Pero lo cierto es que muchas de las definiciones terminan por tener más en común de lo que parece. Aquí van algunas:
- Aprecio o consideración que uno tiene de sí mismo.
- Sentimiento de aceptación y aprecio hacia uno mismo, que va unido al sentimiento de competencia y valía personal.
- Grado en que los individuos tienen sentimientos positivos o negativos acerca de sí mismos y de su propio valor.
- La capacidad que tiene la persona de valorarse, amarse, apreciarse y aceptarse a sí mismo.
- El conjunto de las actitudes del individuo hacia sí mismo.
- El amor que cada persona tiene de sí mismo.
- Evaluación que una persona hace de sí misma.
Podríamos encontrar infinitas más. Pero creo que, para el caso, son más que suficientes. Entre todas ellas, encontramos palabras clave: aceptación, aprecio, competencia, valía, amor, evaluación… y podríamos añadir alguna más como confianza y consciencia, siempre en referencia a uno mismo. Personalmente, creo que todas tienen que ver con la autoestima, que todas esas palabras, de alguna manera, forman parte del concepto.
Componentes que definen la autoestima
Por mi parte, en lugar de elaborar una definición más para el gigantesco saco de las que podemos encontrar, lo que voy a hacer es hablar de cada uno de sus componentes por separado. Primero, demos un "porqué" a dedicar tiempo a escribir y leer acerca de esto. ¿Dónde radica la importancia de la autoestima? Sin duda alguna, está en la gran medida en que influye y se manifiesta en nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nuestra autoestima hace acto de presencia a través de nuestros pensamientos, percepciones, conductas, emociones… y eso, es mucha presencia. La autoestima tiene un gran poder sobre nuestra mente y, en consecuencia, sobre nuestra vida. Por ello, muchas de las causas (que no todas) de una mala salud mental, sea cual sea su manifestación patológica, tienen que algo que ver, por remotamente que sea, con la autoestima baja. No me andaré más por las ramas. Pasemos a hablar de sus componentes, para intentar comprender todo lo que engloba este poderoso concepto.
1. Aceptación
Podemos decir que es signo de buena autoestima la aceptación de uno mismo. La palabra aceptación tiene varias acepciones en su definición. Las que nos interesan: admisión y aprobación.
Admisión haría referencia a admito lo que soy… es decir, no negar lo que somos. Debemos reconocer nuestros defectos, virtudes, habilidades, debilidades, competencias, limitaciones… Así como jamás negar que tenemos ciertas necesidades, derechos, obligaciones y responsabilidades como seres humanos en un mundo en que vivimos en sociedad. Y tener en cuenta que estos aspectos que debemos reconocer, no debemos magnificarlos ni menospreciarlos. Valorémoslos en su justa medida y con proporción. Cuando reconozcamos todos estos aspectos en nosotros mismos los reconoceremos y respetaremos en los demás. Eso hará que vivamos en paz con nosotros y con el resto de personas que nos rodean. Seremos más felices y haremos más felices a los demás.
- Si admito que tengo un defecto como, por ejemplo, la pereza, toleraré y respetaré a aquellas personas en las que perciba ese defecto; y en vez de juzgarlas y criticarlas quizás les anime a superar ese defectillo para ayudarle a mejorar si es que lo desea o lo necesita.
- Si admito que tengo derechos como el de expresar mi opinión de manera legítima, reconoceré ese derecho en los demás y no censuraré a nadie.
- Si admito que tengo necesidades como la de tener el apoyo de un ser querido en momentos difíciles no juzgaré de cobarde ni me burlaré de los que tengan esa necesidad también.
Así podríamos seguir con infinitos ejemplos pero creo que queda claro que admitir ciertas cosas en nosotros nos ayuda a respetarnos y a respetar a los demás.
Por otro lado, aprobación significaría dar por bueno lo que soy. A este significado quizás deberíamos darle un par de vueltas. ¿Se supone que todo aquello que soy debo aceptarlo como bueno? ¿Si soy una persona rencorosa debo darlo por bueno? ¿Debo aceptarlo aún si eso va en contra de mis valores*? Bien, aclaremos que no se trata de aceptar nuestros defectos en ese sentido, sino de darnos por buenos como personas en general, sin poner en ninguna balanza virtudes y defectos.
Respecto a los defectos, me gustaría aclarar algo más. No se trataría tanto de darlos por buenos o no, sino de si nos vemos capaces de superarlos y ser como queremos ser. Si tenemos una autoestima sana seremos totalmente capaces de comportarnos como deseamos según nuestros valores y cambiar todo aquello de nosotros que creamos pertinente. Si creo que tiendo a ser impulsiva en más situaciones de las que me gustaría (porque la impulsividad no me ha ayudado mucho a salir exitosa de algunas situaciones), me esforzaré por comportarme de manera menos impulsiva. Es decir, pensando antes de actuar, en aquellas situaciones en que lo vea necesario. Simplemente porque eso es lo que quiero para mí y es lo que me conviene.
2. Amor y aprecio
¿No es cierto que cuando queremos a alguien solemos demostrárselo de diversas maneras (consciente o inconscientemente)?. Bien, eso es lo que deberíamos hacer con nosotros mismos. Si queremos a alguien, nos preocupamos por su bienestar físico y emocional, le hacemos algún regalo de vez en cuando, tenemos detalles, nos gusta estar con esa persona… También sentimos que, de alguna manera, le necesitamos y nos necesita, no le insultamos, no le faltamos el respeto, no le humillamos, le defendemos si es atacado, etc. Bueno, alguna vez se nos puede escapar algún acto o palabra que traiga como consecuencia algo negativo para otra persona pero no pasa nada si reconocemos el error, nos disculpamos, mostramos cierto arrepentimiento y estamos firmemente dispuestos a que no vuelva a ocurrir. En definitiva, todas esas cosas que demuestran que queremos a alguien también debemos hacerlas por nosotros. Eso, sin duda, es una señal de buena autoestima.
Preguntémonos si algo malo que hemos dicho y sobretodo pensado de nosotros mismos, se lo diríamos a esa persona que tanto queremos. Más de una y de dos veces nos sorprenderemos oyendo nuestros propios pensamientos decirnos burradas que no diríamos ni a nuestro peor enemigo. Preguntémonos si eso que hemos hecho o dejado de hacer que nos ha perjudicado se lo habríamos hecho a un ser querido.
3. Competencia y capacidad
¿Competencia y capacidad para qué? Para enfrentarnos a la vida como deseamos. Buena autoestima es sentirnos capaces y aptos para todo lo que se nos presente en la vida: para amar, para lograr éxitos, para solucionar problemas, para superar obstáculos y adversidades, para trabajar, para aprender, para hablar… Se trata de hacernos grandes ante los problemas, ante los retos y ante los deseos. Será siempre un ejercicio de autoestima el coger al toro por los cuernos.Aunque sin menospreciar que, como seres humanos, también tenemos limitaciones.
Y ponemos la guinda en el pastel si además de sentirnos capaces de actuar hacia lograr lo que queremos perdemos el pánico a equivocarnos, el cual es absurdo (más adelante hablaré de ello) ya que estamos diseñados para acertar y errar constantemente. Hemos de aceptar que no acertaremos siempre. Y hemos de comprender que un error no es un fracaso sino una oportunidad de aprender. Aun así no sobra tener, en ocasiones, cierto miedo y respeto (racional) a posibles errores garrafales que nos puedan herir a nosotros mismos o a terceras personas.
4. Confianza y seguridad
Por otro lado, la competencia va íntimamente relacionada con la confianza y la seguridad en uno mismo. Si actuamos con confianza y seguridad aumentaremos las probabilidades de que la jugada nos salga bien. La confianza implica mayor percepción de competencia y ésta hace que seamos verdaderamente más capaces de hacer las cosas bien y lograr el éxito. Si nos enfrentamos a las situaciones con inseguridad y con miedo a equivocarnos tendremos la percepción de que somos menos capaces de hacerlo bien y, con mayor probabilidad, así será. Tendremos más probabilidades de fracasar. Y lo que es peor, de alguna manera achacaremos el fracaso a nuestra mala actitud, lo cual hará que disminuya la confianza en nosotros mismos. Eso nos abocará a una espiral de fracasos y a una percepción de incapacidad para la vida. Hay que romper el ciclo y comenzar a forzar la percepción de que somos capaces, a confiar en nosotros mismos y a actuar con seguridad; y sólo así nos demostraremos que sí somos capaces de tener éxito.
5. Autovaloración
Hablemos ahora de valor. Valorarnos, tal y como yo lo entiendo y dicho metafóricamente, es todo aquello que estamos dispuestos a "pagar" por nosotros mismos, por nuestro bienestar. Un ejemplo: si nuestro bienestar depende de si dejamos o no un trabajo que nos está machacando (física y/o psicológicamente) deberíamos plantearnos: ¿vale más el dinero que me aporta ese trabajo que mi bienestar? Bien, puede que el dinero que nos aporta sea de vital importancia para nuestra supervivencia en la sociedad pero aun siendo así, ¿vale la pena intentar buscar otra cosa, o no?. Hay que decidir según cuánto nos valoremos a nosotros mismos. Señal de buena autoestima es darse valor a uno mismo. A veces sin darnos cuenta, cuando tomamos una decisión, estamos dando más valor a algunas cosas (muchas veces poco importantes) que a nosotros mismos. Por eso hay que saber valorarse.
Además de hablar del valor que nos atribuimos a nosotros mismo como personas también debemos dar valor a nuestras virtudes, defectos, habilidades, limitaciones, competencias, debilidades, necesidades, derechos, obligaciones y responsabilidades para ser consecuentes con todo ello. Si creemos que somos guapos pero no le damos valor a esa característica nos estaremos desvalorando. Si creemos que somos perezosos y a ello no atribuimos ningún valor, quizás no estemos siendo conscientes del precio que pagamos por seguir siendo perezosos (tareas mal hechas, llegar tarde, metas y objetivos incumplidos) y no haremos nada por solucionarlo. Si tenemos la habilidad de dibujar excelentemente y no le damos ningún valor quizás no nos demos cuenta de que podemos dedicarnos a ello y estaremos despreciando algo bueno de nosotros. Si tenemos la limitación de no ser demasiado hábiles expresando emociones y no damos valor a esta limitación posiblemente no nos daremos cuenta de que no es buena idea dedicarse a ser actor y si lo intentamos siempre nos daremos contra un muro porque al no darle valor a esa limitación no haremos nada para mejorarla. En cambio, si le damos valor, sentiremos que vale la pena mejorarla si lo que quiero es ser actor. En definitiva, es bueno valorar todo aquello que nos caracteriza para bien o para mal.
6. Autoevaluación
Evaluar es un concepto un poco más complicado pero, intentando simplificarlo, podríamos decir que va en la dirección de analizar. Cuando analizamos, lo que hacemos es tener en cuenta los detalles de algo para hacer un balance. Por ejemplo, en el ámbito educativo, se evalúan los conocimientos y el aprendizaje de los alumnos. ¿Cómo? Intentando analizar o ver con detalle qué saben y qué no saben para, al final, hacer una estimación de sus conocimientos mediante una nota. En economía, evaluamos económicamente cosas como un negocio o un proyecto, analizando costes y beneficios para, al final, determinar si será rentable o no.
En el ámbito de la autoestima, autoevaluarnos consiste en analizar por separado lo que somos, es decir, nuestras virtudes o habilidades y nuestros defectos o debilidades. Una persona con autoestima sana, da igual importancia a ambas partes de si misma (la que le gusta y la que no). No se siente incómoda ni cuando se alaba ni cuando se hace una autocrítica constructiva. Es consciente de que esas etiquetas no son fijas en espacio y tiempo, de que somos de una manera con algunas personas y en algunas situaciones, y en otras somos de otra manera. No infravalora las virtudes ni magnifica los defectos, y viceversa. Además, describe sus defectos y debilidades sin faltarse el respeto, nunca de manera peyorativa. No es cruel a la hora de describirse. No es injusta. Sólo de esa manera construiremos un autoconcepto sano. Y, por último, sea cual sea el balance en la autoevaluación, aceptará los resultados, seguirá amándose a sí misma, se dará igualmente valor como persona y se sentirá capaz de corregir aquellos defectos que desee y de reforzar las habilidades que prefiera.
Un aspecto a tener cuenta cuando hablamos de autoevaluación es la autoexigencia. La autoexigencia exagerada hace que los criterios autoimpuestos para evaluarnos positivamente sean demasiado altos y difíciles de cumplir. Un exceso de autoexigencia nos puede abocar de cabeza a la infelicidad crónica. Cuidado con ella. El resultado de nuestra autoevaluación es a lo que llamamos autoconcepto. Ese conjunto de etiquetas que nos describen en lo bueno y en lo malo. Es necesario hacernos una correcta autoevaluación (cómo ya he descrito) para construir un autoconcepto sano.
Las informaciones publicadas por MundoPsicologos no sustituyen en ningún caso la relación entre el paciente y su psicólogo. MundoPsicologos no hace la apología de ningún tratamiento específico, producto comercial o servicio.
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