Hedonia Depresiva. La nueva condición social que nos afecta secretamente

Las consecuencias inadvertidas de la sociedad del rendimiento, el multitasking y la hiperestimulación. Este artículo es una llamada de atención sobre las maneras en las que la sociedad nos afecta sin que nos demos cuenta.

6 MAY 2024 · Lectura: min.
Hedonia Depresiva. La nueva condición social que nos afecta secretamente

Cuando hablamos o leemos sobre psicología, la mayoría de las veces lo hacemos desde el análisis de variables proximales del individuo. ¿Qué significa esto? Pues que gran parte del conocimiento que nos aporta la psicología procede del análisis de temas como: el trastorno mental; la influencia en éste de la biografía de la persona; problemas ocasionados en el seno de la familia; o, a veces, en el contexto laboral. No obstante, estos contextos proximales no son los únicos que pueden repercutir de manera preocupante sobre el bienestar de las personas. No solo vivimos una historia personal, tampoco nuestro entorno se reduce a las interacciones cotidianas con trabajo, familia y amigos. Los seres humanos también habitamos contextos sociales 'macro'. Vivimos épocas, cada una con sus avances y retos. También vivimos en países, cada uno con sus costumbres y ritos. Y todo esto también es susceptible de afectarnos.

En este sentido, en este artículo he querido traer un ejemplo de análisis 'macro', un ejemplo de cómo variables del contexto social contemporáneo nos afectan hasta un punto que pasa inadvertido para nosotros. Este análisis viene de mano de Mark Fisher en su obra 'Realismo capitalista', y supone un análisis sobre cómo la cultura moderna, digital e hiper acelerada, influye en nuestras mentes, nuestro estilo estilo de vida e incluso en la consideración o tolerancia de algunas experiencias internas como el aburrimiento.

¿Qué es la hedonia depresiva?

El concepto que quiero rescatar de la obra de Fisher es el de hedonia depresiva. La hedonia depresiva es en cierto sentido la contrapartida de la apatía y la anhedonia propias de los estados depresivos. Mientras que la apatía depresiva se caracteriza por la incapacidad para sentir placer, esta hedonia depresiva lo hace por la incapacidad de sentir o querer otra cosa que no sea placer. Esta búsqueda constante del placer es una condición casi natural de aquellas sociedades modernas caracterizadas por la abundancia, abundancia que se traduce en un mundo hiperestimulante hasta el punto del agotamiento. Sólo en una sociedad moderna de este tipo, un humano es capaz de entrar en una dinámica de consumo exacerbado de estímulos. Los motivos de tal consumo pueden reducirse a dos tipos de análisis: uno centrado en la función del comportamiento de la persona, y otro centrado en la afectación directa de su neurología.

El primer análisis, centrado en la función del comportamiento, se funda en la pregunta sobre el "para qué" la persona hace algo. Qué busca conseguir a través de su comportamiento. En este sentido, las funciones del consumo exacerbado pueden ser muy variadas, pero en la clínica, nosotros, los psicólogos, encontramos sobre todo una enorme necesidad de tapar el malestar mediante el embriagamiento estimular. No dar tiempo a ninguna pausa, y tampoco la oportunidad de mirar hacia adentro, son pseudo-estrategias que sirven para desconectar y que puede alcanzarse a través del flujo constante de estímulos. Si mi conciencia es la pantalla de un cine, proyectar en ella contenido insustancial o basura niega automáticamente la posibilidad de que en esa pantalla que, en definitiva, soy yo, se proyecten pensamientos, imágenes y sensaciones desagradables.

Por otro lado, tenemos el análisis centrado en la afectación de la neurología, que se traduce en ciertos cambios en las capacidades cognitivas de las personas. Todos tenemos una línea base para cada capacidad. Todos tenemos, por ejemplo, un grado de ausencia de estimulación que podemos tolerar sin llegar, por ejemplo, a sentir aburrimiento. Igualmente, todos tenemos un umbral del dolor personal, e incluso un umbral para tolerar el cansancio. Estos umbrales no son absolutos, sino que pueden estar sujetos a cambios, y estos cambios suelen lograrse a través de los hábitos.

Si yo, pongamos que, por dedicarme a la lucha profesional, recibo una cantidad significativa de golpes cada semana que combato, mi umbral del dolor aumentará, haciéndome más tolerante a éste. Podemos encontrar ejemplos similares en cuanto a la ingesta de comida. A dónde quiero llegar es a que, si normalmente, una persona, pongamos, puede tolerar 45 minutos de inactividad por ausencia de estimulación, al estar expuesta constantemente a la estimulación (teléfonos, anuncios, llamadas, notificaciones, luces en las calles…), su 'mente' se acostumbrará al ruido estimular, ya que éste se ha vuelto habitual para la persona, de manera que, la próxima vez que deba pasar esos 45 minutos en absoluto silencio, se le hará un poquito más difícil. Así, poco a poco, acostumbramos a nuestras mentes al ruido y a necesitar estar llenas de estímulos el mayor tiempo posible.

Las consecuencias más próximas a este nuevo cambio sociocognitivo, por llamarlo de alguna manera, son dos: primero, una mayor intolerancia al aburrimiento. Segundo, una capacidad atencional cada vez más volátil, puesto que cada vez acostumbra menos a reposar tiempos prolongados frente al mismo estímulo. Y es que, cabe resaltar que los estímulos que nos sobrevienen en esta época moderna son cada vez más fugaces y superficiales. Uno ya no necesita leer un panfleto que le requerirá más de una hora, si puede obtener una información similar mediante un TikTok de dos minutos y medio.

De la misma manera, uno ya ni siquiera necesita consumir un producto audiovisual entero, cuando tiene a mano montones de videoresúmenes y highlights. Por otro lado, el 'multi-tasking' está cada vez más a la orden del día en nuestros contextos laborales, llegando incluso a ser considerado como una capacidad deseable. Frente a nuestras abuelas, satisfechas y absortas mirando únicamente por la ventana de casa, nos encontramos nosotros, que a veces ni siquiera nos es suficiente con el teléfono, que tenemos que hacer algo mientras o tener algo puesto de fondo. Necesitar hacer varias cosas a la vez, no poder ver una película sin coger el teléfono varias veces, que la lectura sea cada vez un acto más insufrible, pactar microacuerdos con nosotros para permitirnos esa microdosis de teléfono móvil entre actividades... Estamos asistiendo a la era del ruido. Y el ruido constante, evidentemente, aunque pueda convertirnos en adictos, cansa.

Cómo nos afecta la hedonia depresiva

¿Cómo puedo entonces resistirme como ciudadano a estas nuevas dinámicas socioculturales?

A continuación, aportaré algunas ideas o pautas generales. No obstante, si sientes que estas dinámicas te superan, haciéndote sentir atrapado e incapaz de tomar las riendas de tu vida, lo más recomendable es buscar ayuda profesional familiarizada con dicha problemática. Al ser un problema epocal novedoso y poco reconocido, no todo profesional se encontrará familiarizado con ello, pero el saber psicológico puede bastarse por sí mismo para abordar este tipo de problemas a través de su conocimiento sobre leyes de aprendizaje y necesidades humanas. Sin más dilación, os dejo con las pautas:

  1. Tener como mantra: "hacer solo una cosa al mismo tiempo". Si debo limpiar, limpio y nada más. Y si quiero escuchar música, sólamente escucharé música. De esta manera estaré cultivando mi capacidad para tener una atención plena y dirigida hacia lo que me incumbe.
  2. En términos de atención y conciencia plena, la meditación se erige como un remedio natural para estas dinámicas aceleradas e hiperestimulantes que estamos planteando como tan peligrosas. Encontrar unos minutos para meditar un par de veces al día es mano de santo para cuidar nuestra atención. No debemos olvidar nunca que nuestra atención es una de las capacidades más valiosas que tenemos. La atención es el foco y el faro de la conciencia. De ella dependen los contenidos de mi mente. Aquello en lo que me fijo constituye mi mundo, así que, cuidar mi atención es cuidar también mi propia vida y mi propio mundo.
  3. Reducir el tiempo de uso de pantallas. Líbrense de culpa aquellos que trabajen con un ordenador. Entendemos que esta época requiere del tiempo entre pantallas. Pero, si tu, lector, trabajas frente a un ordenador, tienes entonces más motivos para invertir tu tiempo libre fuera de ellas.
  4. Permitirse no hacer nada. En estos tiempos en los que la productividad se consagra casi como un deber moral, aprender a aburrirnos y a no hacer nada es una conducta plenamente revolucionaria frente a los ritmos acelerados de nuestra época.
  5. Pasar tiempo en la naturaleza. Mientras que la ciudad nos ofrece un bombardeo constante de estímulos (anuncios, luces, carteles, señales de tráfico…), un paisaje natural no se presenta tan demandante intencionalmente como una ciudad. Disfrutar el sosiego al que nos invita la naturaleza puede ser otra buena medida.

Con todo, este artículo pretende ser una invitación a sus lectores a defender la naturalidad de sus vidas frente a una sociedad cada vez más saturada y acelerada. Animamos a sopesar bien lo leído, sobre todo a lo expuesto en el punto 2) sobre la atención. Reitero: no existe capacidad más nuestra y más definitiva para con nuestra vida que la atención. Cuidarla es como cuidar el cuerpo mediante el ejercicio o la dieta; o como cuidarse a través de la educación y la lectura. Mucho se nos habla de la necesidad de culturizarnos o de mantener nuestro cuerpo sano, pero poco se habla de la importancia de aspectos que nos pasan tan desapercibidos, quizás por ser tan implícitos, pero que son tan fundamentales como la atención.

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Escrito por

Angel Ayala

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Bibliografía

  • Fisher, M., & Aguirre, P. (2016). Realismo capitalista: ¿ No hay alternativa? (Vol. 151). Buenos Aires: Caja negra.

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