Entendiendo la Disociación
La disociación es un fenómeno psicológico que muchas personas experimentan sin saberlo. En este artículo descubrirás cómo identificar la disociación y cómo abordarla.
¿Alguna vez has sentido que te desconectas de ti mismo?
Sofía está en una reunión de trabajo, pero su mente se siente a kilómetros de distancia. De repente, sus manos empiezan a moverse solas mientras toma notas, y su voz suena lejana cuando responde a su jefe. Todo se siente borroso, como si estuviera viendo la escena desde fuera de su cuerpo. Las palabras de sus compañeros llegan distantes, como si pasaran a través de una pared de cristal. Sofía intenta enfocarse, pero es como si algo más fuerte la mantuviera atrapada en esa burbuja, ajena a su propia vida.
Al salir de la reunión, sus recuerdos son confusos, como si hubiera soñado lo que acaba de suceder. Sofía respira profundo, sintiendo que regresa lentamente al "aquí y ahora". No sabe exactamente qué le pasó, pero sí sabe que esta sensación no es nueva: la ha acompañado en momentos de mucho estrés y, aunque no le ha contado a nadie, vive con miedo a que vuelva a suceder en cualquier momento.
La experiencia de Sofía es un ejemplo de disociación. Este fenómeno psicológico se presenta cuando nuestra mente se desconecta temporalmente de la realidad para protegernos de un dolor emocional o de un momento estresante. Aunque puede parecer extraño o desconcertante, la disociación es una respuesta de nuestro cerebro para sobrellevar situaciones que siente abrumadoras.
Esta respuesta es automática y generalmente se da en momentos difíciles, como situaciones de miedo extremo, tristeza o incluso aburrimiento prolongado.
La disociación como un continuo
La disociación ocurre en un continuo. Esto significa que va desde experiencias leves y temporales, como soñar despierto o desconectar momentáneamente, hasta formas más intensas y persistentes que pueden afectar la vida diaria.
1. Disociación Leve: Pequeñas desconexiones cotidianas
En el extremo más leve del continuo, la disociación puede manifestarse como lapsos momentáneos de desconexión. Imagina estar en una clase o reunión y, de repente, darte cuenta de que perdiste el hilo de lo que se está diciendo, sumergido en tus propios pensamientos. Estas pequeñas "desconexiones" son comunes y no suelen interferir con la vida cotidiana.
2. Disociación Moderada: Despersonalización y Desrealización
A medida que avanzamos en el continuo, algunas personas pueden experimentar episodios más intensos. Esto incluye la despersonalización (sentirse desconectado de uno mismo) o la desrealización (sentir que el mundo que nos rodea no es real). Estas experiencias suelen aparecer en momentos de mucho estrés y pueden resultar desconcertantes, como el caso de Sofía en la reunión.
3. Disociación Severa: amnesias y pérdida de control
En el extremo más intenso del continuo, la disociación puede incluir fenómenos como la amnesia disociativa (pérdida de recuerdos de ciertos períodos de tiempo) o incluso una disociación estructural de la identidad en casos de trauma profundo. Estas formas de disociación pueden interferir significativamente con la vida cotidiana y suelen requerir tratamiento especializado para ser gestionadas de manera efectiva.
Al entender la disociación como un fenómeno que puede variar en intensidad, es más fácil reconocer sus diferentes formas sin estigmatizarlo. Todos experimentamos disociación de alguna manera a lo largo de nuestras vidas, pero en algunos casos, se vuelve más persistente o intensa debido a experiencias traumáticas o a un estrés continuo.
Entonces, ¿por qué ocurre la disociación?
La disociación es una respuesta adaptativa del cerebro a situaciones que percibe como abrumadoras o amenazantes. En momentos de estrés o trauma, nuestro cerebro "desconecta" ciertas partes de la experiencia como una forma de protegernos del dolor emocional o psicológico. Esta reacción se puede entender mejor desde varias perspectivas: la biológica, la psicológica y la relacional.
La disociación es una respuesta adaptativa del cerebro a situaciones que percibe como abrumadoras o amenazantes. En momentos de estrés o trauma, nuestro cerebro "desconecta" ciertas partes de la experiencia como una forma de protegernos del dolor emocional o psicológico. Esta reacción se puede entender mejor desde varias perspectivas: la biológica, la psicológica y la relacional.
Desde la Perspectiva Biológica Cuando experimentamos una situación amenazante o de intenso estrés, nuestro sistema nervioso se activa en modo de "lucha o huida", preparando al cuerpo para defenderse o escapar. Sin embargo, cuando la mente percibe que el peligro es extremo o que la persona no tiene posibilidad de escapar o luchar, puede activarse una tercera respuesta: la disociación, o "congelación".
Desde la Perspectiva Psicológica. La disociación también se explica como un mecanismo de defensa que permite a la persona lidiar con situaciones emocionalmente intensas. En ciertos casos, como cuando alguien ha vivido un trauma en la infancia o situaciones de abuso, el cerebro "aprende" a desconectarse como una forma de escapar de una realidad emocionalmente intolerable.
Evasión del sufrimiento: Para muchas personas, disociarse significa escapar del dolor, el miedo o la vergüenza. Es una manera de "estar en otro lugar" mentalmente cuando la experiencia real es insoportable.Protección emocional: La disociación crea una barrera emocional que ayuda a proteger a la persona de sentimientos intensos o recuerdos difíciles. En situaciones traumáticas, el cerebro "fragmenta" la experiencia, lo cual puede explicar por qué algunas personas tienen lagunas de memoria sobre ciertos eventos difíciles.
Desde la Perspectiva Relacional. Las experiencias de apego temprano también juegan un rol en la tendencia a disociar. Para los niños que han crecido en entornos inseguros, donde no siempre se sintieron cuidados o protegidos, disociarse puede haber sido una manera de lidiar con el estrés de no sentirse seguros o comprendidos.
Vínculos inseguros: Los niños en situaciones de apego inseguro o con figuras de apego inconsistentes pueden desarrollar la disociación como una estrategia para sobrellevar el malestar cuando no pueden depender emocionalmente de los adultos a su alrededor.Evitar el conflicto: En situaciones de abuso o negligencia, la disociación también permite que el niño se proteja mentalmente del conflicto o de la angustia que le provoca la persona que debería cuidarlo.
¿Es normal disociar?
Sí, es algo común y es una respuesta normal de la mente a ciertas experiencias. Todos podemos disociar en alguna medida, especialmente en situaciones estresantes o de mucho cansancio.
Aunque la disociación es una respuesta adaptativa y protectora, puede llegar a ser problemática si se vuelve un recurso frecuente o inconsciente frente a la mayoría de los conflictos y desafíos cotidianos. Cuando alguien disocia en situaciones de bajo estrés o de manera crónica, puede experimentar dificultades para conectar con sus emociones, tener problemas de memoria y sentirse desconectado de los demás.
¿Cómo puedo abordar la disociación?
Aunque la disociación es un mecanismo automático, existen formas de reducir su frecuencia y mejorar nuestra conexión con el presente. Aquí tienes algunas estrategias:
- Técnicas de anclaje: Conecta con el "aquí y ahora" a través de tus sentidos. Siente el suelo bajo tus pies, escucha los sonidos a tu alrededor, enfócate en una textura, sostén hielo con tus manos...
- Respiración consciente: la respiración lenta y profunda ayuda a reducir la ansiedad y la desconexión.
- Actividad física: Salir a caminar o realizar ejercicios ayuda a tu cuerpo y mente a conectarse con el presente.
La comprensión de las causas de la disociación es esencial para abordarla adecuadamente. Un profesional de la salud mental puede ayudar a identificar los factores desencadenantes y trabajar con la persona para que recupere un sentido de conexión con su propia vida y sus emociones.
BIBLIOGRAFÍA
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.
Van der Kolk, B. A. (2015). The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma. New York: Viking.
Lanius, R. A., Paulsen, S., & Corrigan, F. M. (Eds.). (2014). The Impact of Early Life Trauma on Health and Disease: The Hidden Epidemic. Cambridge: Cambridge University Press.
Nijenhuis, E. R. S., Van der Hart, O., & Steele, K. (2004). The Haunted Self: Structural Dissociation and the Treatment of Chronic Traumatization. New York: W.W. Norton & Company.
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