Terapia de pareja desde la terapia sistémica constructivista
Este artículo hace una breve revisión sobre la terapia de pareja desde la terapia sistémica constructivista. Aporta pistas importantes para las parejas en crisis.
Aristófanes, en El Banquete de Platón, cuenta que en el comienzo de los tiempos la naturaleza humana era casi perfecta. Eran seres que parecían formados por dos personas a la vez, de formas redondeadas y proporcionadas, de cuerpos robustos y vigorosos. Pero eran también muy orgullosos, por lo que concibieron la osada idea de subir al cielo para atacar a los dioses. Ante este atrevimiento Zeus decidió cortar en dos mitades a cada persona, debilitándola, y dejando en la memoria de sus descendientes la nostalgia de la unidad perdida.
Esta idea de la media naranja, del amor romántico como búsqueda de plenitud, es una de las expectativas que nos llevan a formar una pareja. Fantaseamos con encontrar un objeto de amor idealizado, alguien que reúna todo aquello que nos complementa. De esta manera, el amor restaurará, tal como narra el mito, nuestra antigua naturaleza de seres completos.
La terapia de pareja desde la perspectiva sistémica constructivista
Junto con esta, otra expectativa nos suele impulsar a la construcción de una pareja. Es la idea de pertenecer a algo mayor que nosotros mismos, un espacio común que nos proporcione ayuda mutua y solidaridad. Esta pertenencia nos da seguridad y nos aporta identidad.
Entre estas expectativas sobre cómo iba a ser nuestra vida en pareja y su estado actual pueden pasar muchas cosas. Y, en no pocas ocasiones, el balance final se vive como tiempo perdido, frustración, desilusión o desengaño. Si tiempo atrás elegimos a esa persona, ¿cómo hemos llegado a las discusiones continuas, al distanciamiento, a la frialdad y a la falta de cuidado hacia la otra persona y hacia nosotros mismos?
En la pareja se ponen en juego aspectos diversos. Uno fundamental es que nos proporciona identidad. Diferenciándonos de otras parejas podemos reconocernos como "nosotros": somos esos que se conocieron en un curso de cocina, o aquellos que compartimos el amor por la naturaleza, o esos otros que celebran su aniversario saliendo a bailar hasta las tantas.
Además, nos diferenciamos también de la pareja de nuestros padres. Cada uno de nosotros venimos de una familia diferente, con sus costumbres, sus valores y su forma particular de vivir la vida. Escogiendo lo mejor de ambos mundos y añadiendo otros elementos nuevos creamos el nuestro propio.
En ocasiones, sin embargo, estos procesos se tiñen de dificultades. Ya no nos gusta ser esa pareja que éramos, miramos a las otras y nos comparamos, envidiando cómo son. Empezamos a perder nuestra esencia y nuestro mundito parece estar quedándose sin alma. Y esto puede afectar al sentimiento de identidad de cada uno de sus miembros (a fin de cuentas estamos tirando piedras sobre nuestro propio tejado). También pueden aparecer problemas porque cada uno consideramos, consciente o inconscientemente, que las cosas deben hacerse como se hacían en nuestra casa y no llegamos a acuerdos que nos satisfagan. Estas situaciones pueden alargarse en el tiempo, y generar discusiones y tensiones que nunca llegan a resolverse.
Las parejas evolucionan con el tiempo. Y lo hacen adaptándose a las nuevas necesidades y momentos vitales. Por ejemplo, al nacimiento de hijos o procesos de adopción, en caso de que se forme una familia, a situaciones personales particulares de sus miembros, a cambios laborales, a la dependencia de los padres en relación con los hijos, etc. Estos cambios nos confrontan con lo que queremos y cómo vamos a conseguirlo. Vamos modificando nuestro proyecto de vida de manera que este siga respondiendo a lo que ambos participantes esperamos de él. De esta manera, vamos creciendo como personas, aprendiendo juntos y enfrentándonos a los nuevos retos, desarrollando estrategias y soluciones más o menos creativas.
En este punto también podemos encontrar que las parejas no saben qué hacer para solucionar sus problemas, a pesar de que en otros momentos fueron capaces de salir airosas. Así, comenzamos a sentirnos inmovilizados, atascados y sin recursos ni capacidad para generarlos. Podemos tener problemas para entendernos, para fijar objetivos comunes o para dejar atrás comportamientos que ya no nos sirven. Podemos entrar en un proceso insano para cada uno de los miembros y ese mundo especial que habíamos creado comienza a verse amenazado. Además, otros hechos y circunstancias importantes pueden dañar las parejas y ponerlas en riesgo, como la infidelidad, los celos, la violencia o la intromisión de terceras personas en la intimidad de la pareja, por citar algunos ejemplos.
¿Realmente puede ayudarnos una terapia de pareja?
"Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?"
La terapia puede ayudar a decir lo no dicho, a salir de la torre de marfil en la que nos hemos encerrado, a mostrarnos de nuevo vulnerables ante el otro y permitir aflorar nuestros sentimientos y emociones. A nombrar los peligros que tanto miedo nos dan, y que callamos para ver si así desaparecen. Puede ayudarnos a desbloquear la pareja y que salga del punto muerto en el que está. A abrir caminos para poder reconocer las especificidades y particularidades de nuestra pareja y que volvamos a hacer gala de nuestros recursos y fortalezas.
Una terapia de pareja es una decisión valiente para evaluar cómo está la "casa-pareja" que hemos construido. Habrá que revisar cada parte de esta casa: ver si tiene cimientos sólidos que sostengan la estructura; comprobar cómo de fuertes son los muros, si aíslan del exterior y si tienen o no grietas; determinar si las ventanas que hay permiten ventilar y oxigenar suficientemente toda la casa o revisar el tejado para determinar en qué estado se encuentra.
Todo ello nos llevará a responder preguntas importantes como: ¿nuestra casa continúa siendo habitable?, ¿tenemos que hacer reformas?, en caso afirmativo, ¿queremos asumirlas?, ¿dónde quedan los hijos, si los hay, en este proceso?, ¿qué supone para cada uno quedarse o marcharse?... Lo que respondamos a estas preguntas, junto con el resto del trabajo realizado en la terapia, nos permitirá decidir cómo queremos que sea nuestro nuevo camino, y si este lo queremos hacer juntos o por separado.
Las informaciones publicadas por MundoPsicologos no sustituyen en ningún caso la relación entre el paciente y su psicólogo. MundoPsicologos no hace la apología de ningún tratamiento específico, producto comercial o servicio.
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